EL ROL DE LA VEGETOTERAPIA EN LOS PROCESOS ADAPTATIVOS
EAN GEORGE HENROTTE
Se considera a los procesos biológicos en su conjunto, como un equilibrio dinámico entre estabilidad y variabilidad. La capacidad de adaptación del individuo depende de dicho equilibrio tanto en su plano fisiológico como psicológico. Anteriormente ya desarrollé (1) la importancia de esta noción en el aspecto de la educación. Quisiera reproducir aquí parte de aquel trabajo, mostrando el lugar privilegiado que le corresponde a la vegetoterapia, entre otras técnicas y terapéuticas, en su sostén o establecimiento de lo que llamaríamos, variable.
La variabilidad biológica. Los fisiólogos, a partir de Claude Bernard, desde finales del siglo pasado, se han interesado en los mecanismos que permiten mantener en el organismo su medio interno relativamente fijo y estable. Esta estabilidad, en el hombre, desempeña un rol fundamental para el buen funcionamiento del cerebro: así, si la temperatura sube más allá de determinado umbral, por ejemplo, o si la concentración de glucosa en la sangre decae por debajo de su límite, el cerebro no funciona, produciéndose perturbaciones que pueden ser, a veces irreversibles. Dicha estabilidad es sólo relativa, porque caeríamos en un error fundamental si considerásemos el organismo humano como una máquina perfectamente a punto de todo momento. Es cierto que existen mecanismos reguladores para mantener el equilibrio a ciertos límites, pero este equilibrio es sólo estadístico. También exista la variabilidad que constituye la otra cara de la estabilidad fisiológica.
Es segundo aspecto del tema, la variabilidad, fue bien estudiada por mi maestro Eugène Schreider (2) (3), que escribía: «Los documentos históricos que se vislumbran desde principios de siglo, nos enseñan que en un sistema vivo, los fenómenos se presentan como variables aleatorias siendo la interdependencia, cuando se da, de naturaleza aleatoria, sin constituirse, ni como integración total ni como regulación inflexible. Por el contrario también se dan variaciones «accidentales», así como los desajustes inevitables. Con otras palabras, todo fenómeno que se estudie en fisiología comporta su grado de incertidumbre, toda función compleja no es más que un estilo estadístico». Un organismo perfectamente estable con todos sus elementos, funciones y conductas en perfecta coordinación, no es viable, porque sin plasticidad, su rigidez equivaldría a la de un reloj: el mínimo defecto producido en un lugar determinado de este organismo, conllevaría repercusiones en el conjunto de su economía, provocando una catástrofe. Por el contrario, la variabilidad interna de los seres vivos constituye su salvaguardia, permitiendo gran movilidad de adaptación: Es necesaria a corto plazo para la supervivencia del individuo y a largo plazo para la evolución de la especie. Estas dos caras del proceso biológico, estabilidad y variabilidad, son absolutamente esenciales para garantizar al mismo tiempo, tanto el buen funcionamiento como la plasticidad adaptativa del organismo, ante los estímulos provenientes del mundo exterior. Muchas perturbaciones en relación con el disfuncionamiento de la adaptación puede expresarse en términos de modificación de la variabilidad.
Dos individuos puede distinguirse el uno del otro, en un momento dado, por sus características morfológicas, fisiológicas y psicológicas, pero puede igualmente diferenciarse por su variabilidad biológica a corto plazo. De esta manera en un carácter determinado un sujeto oscilará alrededor de su valor medio característico según su límite particular. Mientras que otro podrá presentar con el mismo carácter un margen de variación muy diferente.
Según E. Schreider (4) el estudio de esta variabilidad intraindividual es bastante importante en su aspecto teórico y en el práctico porque como señala dicho autor: «si se juzga a un individuo según las reglas de una población dada, puede que se le considere ‘normal’ cuando él, en realidad, se encuentra fuera de la zona personal de normalidad».
La variabilidad intra-individual varía, no solamente según los individuos, sino que también fluctúa a lo largo de la vida de un mismo organismo. En el hombre se modifica según la edad; así en la vejez algunas funciones llegan a ser hipovariables al perder su elasticidad los mecanismos adaptativos, no permitiendo, en el mayor de los casos, que respuestas limitadas e inadecuadas ante los cambios del entorno. Por el contrario, en los niños observamos fenómenos de hipervariabilidad. Sus mecanismos de regulación no son muy maduros ni muy eficaces: así, observamos que el recién nacido resiste mal a la calor enfriándose fácilmente, su temperatura interna es inestable, las tasas de magnesio y de calcio fluctúan más que las del adulto, etc.
Las conductas «en catástrofe». Las nociones que acabo de exponer no son comprendidas correctamente y a veces se las desconoce en el terreno de la fisiología. Por esta razón me parece necesario desarrollarlas un poco más. En psicología el interés despertado ante las nociones de equilibrio-estabilidad-variabilidad ha dado lugar a varios estudios bajo formas diversas y puntos de vista variados, según cada autor, no considero necesario insistir demasiado.
Quiero recalcar una noción que me parece esencial, la cual está presente de forma evidente en el terreno de la etología por su aplicación en el sentido amplio del término a todo tipo de procesos de adaptación. Se refiere a la coexistencia en un mismo individuo de fenómenos combinados de hipo e hipervariabilidad los cuales pueden acontecer con mayor o menor rapidez en el tiempo. La teoría de las catástrofes, teoría matemática reciente, de René Thom (5) nos permite una formulación gráfica simple. A partir de Zeeman (6) veremos como dicha teoría facilita nuestra comprensión de tales casos. Ante una agresión, la conducta del perro puede ser descrita como una función con dos factores: la rabia y el miedo. Hemos representado esta función en el gráfico con una superficie (fig. 1). La conducta de un perro normal puede variar de forma continuada y elástica entre los dos extremos: la huida cuando predomina el miedo o el ataque en caso de rabia. Pero por el contrario cuando se trata de un perro neurotizado, por ejemplo un perro que fue golpeado, su conducta es diferente: su fijación en el miedo y en la huida hace que su conducta sea extremadamente hipovariable, estereotipada; cuando se da la rabia y el ataque su actitud es también muy hipovariable, o puede que pase del uno al otro sin transición , presentado muy raramente conductas «moderadas» intermediarias. Gráficamente esta conducta se halla localizada en el pliegue de la superficie que corresponde al paso «en catastrophe» (brutal, brusco) entre la parte superior e inferior del pliegue y vice-versa. En la terminología precedente se trata por consiguiente de una hipervariabilidad, es decir, del paso «en catastrophe» de un estado hipovariable a otro hipervariable, situado al otro extremo de la escala de posibilidades de reacción.
Fig. 1.- Modelo de conducta de un perro sometido a una agresión según la teoría de la catástrofe. La conducta de un perro normal es elástica, variando de la forma continuada de la rabia al miedo: Gráficamente la encontramos en la parte extrema de la superficie de conducta. El perro neurótico, al contrario, presenta una conducta «en catastrophe» situada en el gráfico en la parte próxima a la superficie. Su tendencia será pasar «en catastrophe» de un extremo al otro (línea discontinua); es decir del nivel superior de la superficie (rabia y ataque) al nivel inferior (miedo y huida) si posibilidad de estados intermediarios a causa del «pliegue» de la superficie. (Según Zeeman. 1976).
El segundo ejemplo dado por Zeeman es el de la anorexia mental del cual hablaremos más adelante en sus implicaciones pedagógicas y terapéuticas. La anorexia mental se da en una persona cuando, por razones, en el mayor de los casos de tipo psíquico, se niega a comer, ayudando durante períodos largos; luego no pudiendo más pasa «en catastrophe» a un estado de bulimia hipovariable igualmente, hasta que harto ya de comer, pasa otra vez «en catastrophe» a un estado de ayuno. Se configura su estado en estas reacciones extremas, por la disfunción de sus mecanismos reguladores del apetito, mientras que en el caso de la persona normal su conducta varía según una amplia gama de estados intermedios pasando de manera gradual del comer sin bulimia a la abstinencia sin ayuno excesivo (fig. 2)
Fig. 2.- El mismo modelo que la fig. 1 es aplicable a la conducta de un sujeto normal con problemas de apetito, o de un sujeto anormal como el caso presente de la anorexia mental que pasa «en catastrophe» de la bulimia al ayuno. (Según Zeeman, 1976).
Dualidad de las técnicas terapéuticas. Los procesos descritos anteriormente no se limitan solamente a los casos patológicos. El hombre, generalmente, tiende a funcionar entre comportamientos extremos y a encerrarse en actitudes dualistas, variando constantemente de la una a la otra. Varios investigadores se han interesado por el tema de la dualidad. Casi todos reconocen en su origen la división producida entre lo mental, la racionalidad y la vivencia, la espontaneidad, entre lo psíquico y lo somático. Pero la mayoría han desarrollado técnicas pedagógicas o terapéuticas, que sutilmente reintroducen la dualidad, que pensaban en un principio eliminar. Si el psicoanálisis clásico incide en el cuerpo por intermediario del psiquismo, ¿el énfasis dado al rol de este último y la cuasi inexistencia de acción corporal directa, no favorecen en parte la división entre lo mental y lo corporal? Me parece dudoso que una técnica puramente psicológica pueda modificar las actitudes corporales adquiridas desde la temprana infancia y con frecuencia irreversibles. A este propósito Ida Rolph escribe: «Cuando un individuo siente ligeramente el miedo, el dolor o la cólera, su cuerpo se expresa por medio de una actitud reconocida por el mundo como la manifestación externa de esta emoción particular. Si persiste en esa dramatización, o la manifiesta con frecuencia, adoptará un hábito, una actitud que habitualmente la designamos con el nombre de «habitude ancrée» (encrustada). La organización muscular se inmoviliza, es decir, unos músculos se endurecen y se contraen, otros se inmovilizan al constituirse el tejido. Llegado a tal estado la actitud física ya no varía. Dicha situación es involuntaria y resulta imposible operar una transformación fundamental ya sea a través del pensamiento o de la sugestión mental. La adquisición de una reacción física conlleva también su rito emocional. Ya que no es posible establecer la libre circulación a través del cuerpo, la voz emocional subjetiva hace su aparición con menor frecuencia y tiende a disminuir dentro de un campo determinado. En este caso lo que el individuo siente no es emoción, ni reacción a una situación inmediata, pues en tal caso vive, evoluciona y se encuentra completamente dentro de la misma actitud».
Con estos términos se expresa igualmente Gerda Alexander (8), cuando dice que a consecuencia de muchos problemas emocionales, vivencias que se remontan especialmente a la infancia, algunos músculos o grupos musculares pierden su elasticidad, su variación tónica, quedándose enquilosados en hiper o hipo-tonus, limitando, por consiguiente, las posibilidades de adaptación de que dispone todo individuo. Toda actitud corporal o muscular enquilosada conlleva inversamente una rigidez psicológica. Lo mismo que el perro neurótico, el ser humano se halla igualmente en un mundo limitado en sus actitudes emocionales pasando del uno al otro, por lo general, sin soltura. A causa de la pérdida parcial de las posibilidades de variación, las transiciones entre los diversos tipos de conducta y de expresión son bruscas, conflictivas, realizándose «en catastrophe».
Como Gerda Alexander en la Eutonía, Ida Ralph, por medio del método que lleva su nombre, también propone una serie de técnicas con el fin de darle de nuevo al cuerpos su elasticidad en la expresión y en la capacidad de adaptación primitiva. Estas técnicas actúan también en el psiquismo fundamentalmente por medio del cuerpo. Sin embargo, nos encontramos de nuevo que un aspecto del individuo, el cuerpo en este caso, es privilegiado con relación al otro, es decir, el psiquismo. Se restablece de este modo la dualidad por la misma técnica, pues las emociones, imágenes mentales o ideas vividas durante el desarrollo de los ejercicios, no son integradas en la experiencia total del sujeto, fuente de interpretación. Lo mismo ocurre con otras técnicas similares. Quiero mencionar de entre todas el método de Françoise Meziérès cuyos objetivos son la reestructuración, el modelaje muscular y al igual que la de Ida Ralph, es una técnica esencialmente pasiva en la cual se somete los tejidos del cuerpo a manipulaciones de orden externo. Los métodos de Matías Alexander (10) y de Moshe Felderndrais (11) como la «Eutonie» son técnicas más bien activas en las cuales el mismo sujeto explora sus diferentes posibilidades de percepción y su movimiento. En el desarrollo de su método, Matias Alexander privilegiada la no ingerencia de lo mental en las funciones somáticas como aporte esencial, mientras que Feldenkrais partiendo de la misma idea de base, se interesó en primer lugar por el movimiento y el juego fisiológico de la musculatura, frecuentemente viciado por el esquema adquirido. Me parece necesario también recordar el método del Dr. Vittoz (12) porque como la «Eutonie» enfatiza en lograr la percepción y en la restauración plena de las sensaciones corporales desvanecidad. Propongo reagrupar todas estas técnicas bajo la denominación general de somato-análisis en posición a las psico-análisis cuyo objetivo anunciado es idéntico, pero el punto de partida es aquí el psiquismo y en las otras el cuerpo (13).
Somato-análisis y psico-análisis a pesar del valor incontestable de muchas de entre ellas, no parecen haber disipado la dicotomía del ser humano.
Técnicas de unificación. Tomaremos de nuevo como punto de partida la formulación gráfica de la teoría de las catástrofes, porque nos permite situar el cuadro conceptual que me parece aplicable a los diversos casos de dualidad en la conducta si admitimos que sus dos aspectos corresponden a los dos niveles del pliegue de la superficie de la conducta (fig. 1 y 2).
En el caso de las anorexias mentales (6) los médicos han señalado que estos enfermos después de los diversos sueños del día, se encuentran en un estado intermediario entre vigilia y sueño. En este estado el sujeto se encuentra eufórico, desprovisto temporalmente de la ansiedad ligada a la bulimia o a la desgana a la comida, corresponde gráficamente al esbozo del despliegue del pliego (fig. 2). Los enfermos aceptan entonces revelándose bastante eficaz. Este resultado se le presenta por el recorrido de la superficie de conducta que lleva al paciente fuera de la zona de pliegue.
Estos estados de conciencia intermediarios son por lo general difíciles de mantener porque el sujeto se encuentra como en la cima de un muro y tiende a caer de un lado o del otro, es decir, a volver a la actividad mental habitual del estado de vigilia o progresivamente hacia el sueño. Estar despierto guardando reposo mental no es nada fácil. Sin embargo, varias investigaciones sobre la meditación, según el sistema Zen o el Yoga, demuestran que estas técnicas permiten la conservación de un estado de vigilia durante mucho tiempo, en el cual la actividad excesiva de la mente disminuye, cuando no se anula. Este estado es favorable, por el «vacío» relativo obtenido en el campo de la conciencia, para la expresión de las sensaciones, de percepciones y de imágenes por lo general, reprimidas en el hombre en estado de vigilia. La división que procura el mundo de lo consciente y lo inconsciente disminuye y el cuerpo encuentra la ocasión de expresarse. Anteriormente ya me he expresado en varias ocasiones al respecto (14, 15, 16) y no quiero hacer hincapié aquí. Quiero, sin embargo, insistir a cerca del interés que despiertan las técnicas que facilitan la modificación de los estados de conciencia de forma controlada creando así un lugar de encuentro en donde el cuerpo y psiquismo puedan más o menos reanudar su diálogo libremente. El yoga, a la manera tradicional, se adapta bien a este objetivo, pues conlleva, en efecto, un conjunto de técnicas que actúan simultáneamente sobre el psiquismo y sobre el conjunto del cuerpo, por medio de prácticas y respiraciones específicas. Pero desgraciadamente, la mayor parte de técnicas yogísticas enseñadas en la actualidad son el resultado de una larga evolución en sus diferentes aspectos suertes diversas. Son raros, en la actualidad, los que saben hacer la síntesis de las múltiples técnicas descritas en la tradición india, pudiendo crear ese lugar de encuentro entre el cuerpo y el psiquismo. Incluso cuando se da el caso, los que enseñan el yoga no han adquirido el número suficiente de conocimientos de orden psicológico necesarios para que sus alumnos asuman y sepan interpretar aquellos acontecimientos en cuyo interior se desarrollan.
La vegetoterapia reichiana, así llamada porque su acción se centra en el sistema nervioso vegetativo, constituye sin lugar a dudas una de las mejores técnicas de unificación que existen en el momento actual. Esta revista es objeto de descripciones y discusiones con mejor detalle de lo que yo podría hacer y a las cuales envío al lector; quiero solamente recordar que consiste durante un tiempo más o menos largo en repetir ciertos movimientos simples con una metodología rigurosa. Estos movimientos despiertan en la memoria, acontecimientos antiguos, emociones ancladas profundamente. Durante la realización del ejercicio, el sujeto recibe información tanto a nivel somático (sensaciones, movimientos o sobresaltos musculares involuntarios), emocional (descargas emocionales a veces violentas) y mental (imágenes, ideas). El análisis de estas informaciones permite, con la ayuda del terapeuta, la integración y la unificación de los diversos aspectos de la experiencia consciente, en grado mayor que los obtenidos por la mayoría de las técnicas mencionadas.
A fin de ilustrar y concluir esta exposición, partiremos de un ejemplo al cual le doy un carácter más bien esquemático porque constituye en realidad el resultado de varias observaciones distintas: una persona que desde su infancia ha sido sometida a la autoridad abusiva de sus padres, la observación nos muestra que un bloqueo importante se manifiesta en las piernas, el tono muscular aumenta y tiene contracciones más o menos enraizadas. El individuo se halla entonces en una actitud rígida, hipovariable, tanto emocional, comportamental somáticamente: encuentra dificultades al andar, a tomar iniciativas y al mismo tiempo no le gusta hacer largos recorridos a pié, posee una incapacidad relativa para apartar los obstáculos con los pies, así como rigidez en las piernas y en los talones; acepta pasivamente la autoridad o bien se rebela explosivamente contra ella, con falta de plasticidad en los miembros inferiores que no permiten otra cosa que el paso «en catastrophe» del «firmes», a la patada agresiva y traumática. Esta descripción, en parte caricatural, pero demostrada por los hechos, muestra la dificultad de dicho individuo en dar una respuesta apropiada , es decir, modulable y elástica según la situación; esto nos revela una carencia de adaptabilidad próxima a la expuesta en la figura 1. El bloqueo, es decir, la discontinuidad en la superficie de la conducta, se sitúa en realidad a niveles diferentes: el del inconsciente y el de las expresiones perceptibles, el de la actitud comportamental y el de la actitud corporal sobre todo. La superficie de conducta con su único pliegue no representa, así pues, la situación de manera realmente adecuada; debería más bien ser sustituido por una superficie multidimensional con tantas discontinuidades y pliegues como niveles y bloqueos existan, al menos para representar el ejemplo dado aquí y probablemente para otros. La experiencia nos muestra que en un caso como este las técnicas de orden psico-analítico no son capaces de mostrar la elasticidad de la musculatura de los miembros inferiores en los cuales la rigidez mantiene, a pesar de la toma de conciencia del bloqueo inicial, la actitud emocional. Inversamente, las técnicas somato-analíticas que pueden facilitar al individuo el recobrar la plenitud de sus capacidades corporales son insuficientes para favorecer una toma de conciencia clara del bloqueo emocional inicial. Un trabajo simultáneo en los diferentes niveles bloqueados, tal como lo propone la vegetoterapia, parece que impide el restablecimiento de la situación neurótica. Transcurre como si fuese solamente eficaz al emitir el libre juego de la variabilidad, la existencia de la continuidad en cada uno de los niveles concernidos (inconsciente, actitud corporal y conductual) y entre ellos mismos, este último obtenido por el «viaje» de la conciencia de un plano a otro, uniéndose en un encuentro común por el simple esclarecimiento de la toma de conciencia de los procesos en juego.
Estas reflexiones se emparentan además, en cierto modo, con la lógica terciaria de Stephan Lupasco (17) cuya aportación filosófica, como la teoría de las catástrofes, nos aporta nueva luz a cerca del rol y del lugar que ocupa la vegetoterapia entre las diversas técnicas psico o somatoanalíticas.
Estas consideraciones las trataré en un próximo artículo.