Nuevo Orden Internacional: Propuestas Políticas
Javier Torró
Resumen de su intervención en la mesa redonda que se celebró en la Sede de la ES.TE.R con el tema «Globalización, respuestas sociales y políticas».
La estructura de nuestros sistemas políticos actuales surge en la Ilustración, es decir, hacia los siglos XVII-XVIII en los que lo moderno se contrapone a lo antiguo al amparo de una nueva forma de ver al hombre y bajo la batuta de la razón. La creatividad y el progreso actúan como motores para conseguir el dominio del hombre sobre la naturaleza y la libertad como fines últimos de nuestras sociedades. Es la época de la Revolución Francesa como culminación de la hegemonía del individuo racionalista, que ensalza con orgullo los ideales de libertad e igualdad para todos. En el pensamiento, Hegel encarna la síntesis del “espíritu de la época” y describe las estructuras básicas del nuevo orden social naciente. Es quizás por esto por lo que ya en sus textos se puede descubrir una condición de ambigüedad inherente a la modernidad si se descuida el proceso, es decir, si el desarrollo de la razón se hace unilateral. Hay dos pasajes en sus textos que vistos con perspectiva histórica resultan proféticos si no profundamente perspicaces:
Uno es la “dialéctica del amo y el esclavo” que describe en la “Fenomenología del Espíritu”. En ella dos “yoes” se enfrentan negativamente en un duelo a vida o muerte; uno de los dos cede pero no ante el otro, sino ante el peligro de la muerte y así se instaura un desequilibrio que será el motor de la historia. El reconocimiento de las dos autoconciencias deja de ser bilateral y una de ellas (el esclavo) pasa a engrosar el ámbito de lo natural, se cosifica. Posteriormente Marx verá en este pasaje una metáfora perfecta de las relaciones entre el proletariado y el capitalista, con la consiguiente alienación del proletario al asumir las relaciones de producción y la usurpación de la plusvalía por el capitalista.
El otro pasaje aparece en la “Filosofía de Derecho”. Allí nos dice: “en medio del exceso de riqueza la sociedad civil no es suficientemente rica, es decir, no posee bienes propios suficientes para impedir el exceso de pobreza y la formación de la plebe”, así pues por su propia dinámica interna se ve llevada fuera de sí misma.
El primer problema se encuentra presente de forma más o menos larvada en el desarrollo y estructuración del sistema capitalista desde sus inicios, constituyendo lo que se ha dado en llamar la “contradicción fundamental” y que supone una antinomia irresoluble entre los ideales propios de la Ilustración (libertad, igualdad, racionalidad, …) y la negación de uno de los polos de las relaciones de producción, el proletario. Por lo que ya se da un desarrollo unilateral de la razón desde los inicios, como decía Hegel. Hay que decir que W. Reich con su teoría social, que algunos han llamado freudomarxismo pero que realmente bebe más de las fuentes del anarquismo, como explica José Ferrando en una serie de artículos publicados en la revista “Energía, carácter y sociedad”, intenta devolver la racionalidad desvirtuada por el proceso de explotación capitalista. En concreto, Reich utiliza el concepto de “democracia del trabajo” mediante el cuál se reconcilia el trabajo como acción realizadora del hombre y no el trabajo como alienación, propio de la sociedad capitalista. De ahí que proponga el amor, trabajo y conocimiento como fuentes esenciales de nuestra vida.
El segundo problema hace referencia a la ínsita necesidad del capitalismo de desarrollar continuamente la producción para hacer frente a la competitividad o a una mayor rentabilidad. El capitalismo es un sistema que continuamente tiene que estar creciendo, pues si detiene su crecimiento deja de acumular capital y no puede reinvertir y, por tanto, integrar mejoras o nuevas tecnologías para seguir siendo competitivo en su sector, así que desaparece o es reabsorbido por otro capitalista mayor. Todo eso a llevado históricamente en un principio al colonialismo como extracción de materias primas para el capitalismo industrial; en una etapa posterior, a la época de la internacionalización del capital mediante empresas multinacionales y transnacionales; y a la internacionalización de la producción en la última fase de expansión del capitalismo, que recibe el nombre de “globalización” y que supone la expansión a nivel mundial del mercado.
Así pues, con la revolución industrial se afianza un modelo de organización de la sociedad basado en la relación entre el trabajo asalariado y el capital, pero en el que intervienen:
– Un aparato burocrático de dominación, el Estado, que posee las funciones centrales del poder.
– Unos propietarios de los medios de producción, la burguesía.
– Y unos propietarios de la fuerza de trabajo, el proletariado.
El derecho regula la relación entre estos tres ámbitos y así el potencial de conflicto propio de la contradicción fundamental se mantiene latente gracias a las ideologías legitimantes del Estado.
Resulta curioso observar la evolución de las dinámicas económicas pues en un principio la tendencia fue a regular lo menos posible las transacciones propias del mercado. Es decir, el mercado se regía por la ley de “Le Say”, que decía que la oferta crea su propia demanda. Debido a las múltiples carencias de las naciones y a la explotación que supuso la colonización, el mercado iba viento en popa. Pero a principios del siglo XX comenzaron a saturarse los mercados y a independizarse las colonias, con lo que empezó a fallar la ley de Le Say y a acumular un paro de un 20% o un 30% de la población. Fruto de esto fueron la crisis del 29 y las dos Guerras Mundiales. Pero mientras tanto el señor Keynes había dado con la fórmula maravillosa. Para Keynes, contraponiéndose a la Teoría Económica Clásica que consideraba al ahorro como el pilar fundamental del desarrollo económico, el ahorro por sí sólo no garantiza que tenga lugar una expansión económica, lo que hay que hacer es buscar salidas rentables a la inversión, y para ello propugna el intervencionismo estatal, lo que se ha llamado el Estado de Bienestar o el Estado Social. En definitiva el estado tenía en sus manos la solución de cualquier exceso: cuando la demanda de bienes es superior a la oferta se produce una inflación, es decir, una baja en el valor del dinero debido al alza de los precios, entonces el estado debía intervenir aumentando los costes de producción puesto que ya de por sí hay un clima favorable a la inversión; cuando la inversión no alcanza el nivel que podría presentar y la riqueza potencial se despilfarra en desempleo, entonces el Estado interviene facilitando la inversión. El modelo de Keynes funcionó y fue aceptado de forma generalizada sobre todo el los países europeos. Pero a partir de los setenta comienza a aparecer un fenómeno ajeno a las recetas keynesianas: inflación + desempleo. La crisis parece hacerse endémica al propio sistema y comienza un desmantelamiento progresivo del Estado de Bienestar y una vuelta a las posiciones radicales del liberalismo – neoliberalismo – . En economía se comienza a pensar en términos del sistema mundo como mercado y se impone la delocalización (se invierte en países más pobres cuya mano de obra es más barata pero para producir bienes para los países ricos que tienen dinero para adquirirlos), la flexibilización en el mercado laboral (trabajos temporales, despido libre, trabajos basura) y la desregulación (permitir el flujo de los capitales financieros sin trabas y las menores trabas normativas a la inversión en los diferentes estados para atraer capitales, también en condiciones sanitarias -vacas locas- o en normas que regulen la contaminación ambiental). Es decir, es como si volviéramos a nivel mundial a los presupuestos de la Economía Política Clásica, esto es, dejar al mercado a sus anchas sin ningún tipo de control político.
Antes de pasar a la descripción de lo que se ha dado en llamar el modelo del capitalismo tardío, conviene aclarar algunos conceptos previos.
Un sistema es un conjunto de elementos relacionados entre sí funcionalmente, de modo que cada elemento del sistema es función de algún otro elemento, no habiendo ningún elemento aislado. El sistema es una unidad y no un mero agregado, un orden que crece desde su propia dinámica interna. Cualquier variación en uno de los elementos del sistema repercute en el sistema entero, puesto que sus elementos se encuentran interconectados a la totalidad. No hay que entender los elementos como cosas rígidas sino móviles, puesto que el sistema posee unos mecanismos de autorregulación que le permiten ajustarse a situaciones muy diversas. Así la sociedad en su conjunto puede ser vista como un sistema.
Definimos el sistema de sociedad como un sistema de sistemas sociales integrado por el sistema económico, el sistema político-administrativo y el sistema socio-cultural, entre los cuales existe una serie de interconexiones según el esquema siguiente:
Sociedad capitalista avanzada
El sistema económico es dinamizado por el medio dinero. El sistema político-administrativo por el medio poder. El sistema socio-cultural por el medio solidaridad (no sólo entendida como unidad de autoconciencias tendentes a un fin sino como relación intersubjetiva de cualquier tipo).
Horkheimer realiza una distinción conceptual necesaria para entender el sistema de sociedad. Distingue por una parte la razón objetiva, que sería una razón que busca conseguir los fines y la configuración de la propia vida y de la historia, desde un punto de vista humano, sin olvidar los valores morales que rigen las relaciones entre los individuos. Y por otra parte la razón subjetiva o instrumental que sólo se preocupa de resolver los problemas técnicos que surgen de la relación entre medios y fines pero no examina ni la racionalidad de los fines ni la bondad de los medios empleados. Pues bien, el sistema económico y el sistema político-administrativo funcionan básicamente según los parámetros de la razón instrumental. Sólo el sistema socio-cultural es más proclive a tener presente la forma de actuación propia de la razón objetiva. Esta diferente perspectiva fundamentan las crisis de racionalidad, de legitimación o de motivación del sistema de sociedad.
El concepto de crisis lo sacamos del lenguaje de la medicina. Mantenemos así que crisis es la fase de un proceso de enfermedad en el que se decide si las fuerzas de recuperación del organismo conseguirán la salud. El paciente debe hacerse consciente de su enfermedad para ir variando el proceso que la mantiene. Las crisis sobrevienen como un proceso infeccioso que procede de dentro mismo del organismo. Los sistemas sociales poseen sus límites pero pueden afirmarse en un ambiente en extremo complejo variando elementos sistémicos a fin de procurar un nuevo nivel de autogobierno. Podemos hablar de crisis cuando experimentamos los cambios de estructuras como críticos para el sistema, pero además sentimos amenazada nuestra identidad social. El resultado más palpable es que los individuos no hacen caso de las normas sociales y esa situación es sentida como una desintegración de las instituciones sociales.
La integración social es la socialización del individuo propia del mundo-de-vida (estructuras normativas) y se produce por medio de valores, normas y relaciones comunicativas, en un universo estructurado por medio de los símbolos (Ejemplo: la historia de Miguelito).
1) El sistema económico. Tradicionalmente se diferenciaban tres sectores: el sector público, el de la competencia y el monopólico. Sin embargo, el giro neoliberal de la economía europea ha hecho que vaya desapareciendo el sector público en manos de empresas privadas y los monopolios en oligopolios (unas pocas empresas que controlan un sector económico y representan una competencia ficticia). Existe una clara tendencia a liberalizar la economía, es decir, evitar la intromisión del Estado en los negocios, lo que beneficia a las grandes empresas que van absorbiendo cada vez más parcelas de la vida económica. También se tiende a una flexibilización del mercado de trabajo, facilitando el despido libre y los empleos precarios, y en general, evitando las normas públicas que regules los movimientos de mercancías y capitales. El objetivo principal de las políticas económicas es controlar la inflación aún a expensas del desempleo o de ir debilitando cada vez más el Estado de Bienestar y recomendando explícitamente que los salarios aumenten por debajo de la productividad y disminuyan los impuestos sobre todo a la gente con más recursos. Públicamente se dice que el Estado de Bienestar se desmantela porque no se dispone de recursos para mantenerlo, pero algunos teóricos dudan de esto ya que en los países ricos se produce más riqueza que nunca. Lo que se busca, dicen, es acaparar la parte de beneficios que puedan generar en un mundo en el que cada vez escasean más los lugares dónde invertir. Todo esto está provocando un aumento de la desigualdad y creando grandes bolsas de pobreza aun en los países más ricos (el cuarto mundo). Las negociaciones entre empresarios y sindicatos obreros van dejando de lado cada vez más los componentes utópicos de transformación social para dejar paso a una negociación salarial estrictamente. Los sindicatos mantienen con los trabajadores una posición clientelista exclusivamente. Por otra parte, la magnitud del “ejercito de reserva de los trabajadores” (como solía llamar Marx a los parados) ha erosionado los mecanismos de competencia en el mercado de trabajo y , por tanto, la posibilidad de llevar a cabo negociaciones más reivindicativas de derechos sociales.
2) El sistema político-administrativo. El desmantelamiento del Estado de Bienestar pone en jaque sectores tradicionalmente reservados para este subsistema y que sustentaban la capacidad productiva del sistema entero. Me refiero a la educación o el sistema de salud o la creación de infraestructuras. Pero el problema fundamental que arrastra este subsistema es el déficit democrático, que trae como consecuencia crisis de legitimación. La satisfacción de las necesidades de legitimación se realiza mediante los derechos civiles, pero en las sociedades del capitalismo tardío esta participación se reduce a lo que se conoce con el nombre de democracia formal, es decir el votar en las elecciones pero evitando la participación real del ciudadano en los procesos de formación de la voluntad política (democracia material), para que no tome conciencia de las contradicciones propias del sistema y pueda cuestionarlas. Así en las elecciones se produce por parte de los partidos una puja de programas y las expectativas de la población se elevan cada vez más en un cúmulo de promesas que luego no son capaces de cumplir. (Además podríamos cuestionar la democracia interna de los partidos, sobre todo los que tienen mayor representación política). En estas condiciones el ciudadano sólo puede adquirir un estatus pasivo con derecho a la aprobación y el rechazo en bloque de los hechos consumados. Así el derecho participativo en la configuración democrática por excelencia, el voto, se reduce a un hecho esporádico y contingente cuya verdad no es otro que la propia negación de la democracia. Así se tiende a una indiferencia política unida al interés por la carrera, el tiempo libre y el consumo como recompensas adecuadas al sistema y se cae en una situación de una base social desentendida del propio sistema e incapaz de darle legitimidad. Para soportar esta situación se recurre a una burocracia que permite una separación con la sociedad civil; una serie de símbolos expresivos que compensen los posibles desajustes; y una institucionalización de la cultura y de los medios de comunicación, rodeándose de un buen número de intelectuales, a los que se les ha llamado el pesebre, y que con sus intervenciones van creando una opinión pública afín al propio sistema y que son compensados mediante subvenciones públicas o incluso nóminas que dependen de la administración.
3) Sistema socio-cultural. El conflicto de clases y las contradicciones que se generan a partir de el, se ven desplazadas del sistema económico al político-administrativo, perdiendo relevancia en la medida que el Estado otorga una serie de compensaciones sociales. La alienación producida por el trabajo por cuenta ajena provoca una quiebra psicológica en el individuo que se compensa mediante una transacción monetaria que permite adquirir el rol de consumidor, unas garantías jurídicas del puesto de trabajo y, por tanto, de la seguridad de seguir disponiendo de determinados recursos, y de una humanización del puesto de trabajo. La palanca que mantiene en equilibrio la pacificación del mundo del trabajo tiene en un lado el papel del ciudadano (por el cual el individuo entrega a la administración pública adhesión legitimatoria según le dicten sus derechos y deberes, y recibe de la administración pública dirección política, es decir, poder) y, por otro, el papel de cliente del Estado de Bienestar (por el cual el individuo entrega a la administración dinero en forma de impuestos y recibe prestaciones). Podemos decir que el rol de trabajador es compensado por el rol de consumidor, mientras que el rol de ciudadano es compensado por el rol de cliente.
No querría dejar de mencionar, que al margen de las crisis de racionalidad, motivación y legitimidad del sistema, que ya he mencionado, se producen problemas derivados del crecimiento del capitalismo. Se produce una quiebra del equilibrio ecológico en la medida en que el proceso de crecimiento económico evoluciona según las leyes del mercado, la acumulación de capital y utilizando una lógica impuesta por la razón instrumental, pero de espaldas a la propia naturaleza y al biosistema humano. De tal forma que no se repara en una serie de peligros que pueden acabar colapsando el sistema como son: el hecho de que los recursos materiales son finitos, que determinados sistemas ecológicos no son reemplazables, que existe un límite en el recalentamiento del planeta y que existe un límite en la asimilación de estrés por parte de los biosistemas humanos. Por otra parte, también existe el peligro de que se de una quiebra a nivel internacional como consecuencia del conflicto entre ricos y pobres.