SOMATOPSICODINÁMICA DE LA AMBIVALENCIA

SOMATOPSICODINÁMICA DE LA AMBIVALENCIA

Federico Navarro

El término ambivalencia fue acuñado por Bleuler (y más tarde utilizado por Freud) para describir tres aspectos dinámicos de la psique. Un primero, voluntario y consciente, en relación a un problema de elección; un segundo, inherente a una posición intelectual contradictoria vis a vis de una cierta forma de pensamiento lógico; y un tercero, sobre el plano afectivo, para describir la coexistencia de pulsaciones y emociones contradictorias en relación a un mismo objeto. Bleuler sostenía que la ambivalencia era típica de las manifestaciones psicóticas; más tarde, admite que se encuentra incluso en sujetos… normales. Personalmente considero, en cambio, que ésta falta precisamente en los psicóticos. En el fondo, la ambivalencia, paradójicamente, es la expresión de la libertad del hombre, entendida como elección, duda o indecisión. De acuerdo con Freud, hablamos de ambivalencia cuando encontramos contemporáneamente pulsiones de odio y de amor, agresividad erótica y destructiva. Hay ambivalencia en todas las situaciones de conflictualidad; y mientras ella es la base manifiesta de la obsesividad, en las otras manifestaciones caracteriales o en los otros síndromes, uno de los dos aspectos está generalmente postergado.

La génesis de la ambivalencia es, por lo tanto, socio-cultural en la formación de la personalidad (carácter); siendo, por consiguiente, en clave reichiana, un componente caracterial inscrito en los grupos musculares de los diversos niveles. Si no encontramos la ambivalencia en el psicótico es porque, como ya he dicho otras veces, él no posee un carácter (su «yo» es existente, pero no «ente»); pero sí aparece en el borderline, que posee una caracterialidad «superficial». La ambivalencia de tales sujetos está subrayada en el esfuerzo narcisismo inconsciente (self-control) por parecer y «vivir» una existencia «normal», negando el miedo (o mejor, el terror) de «caer» (regredir) en la alienación total; por ello, la ambivalencia se expresa en términos de «ser o no ser», y se manifiesta somatopsicodinámicamente con la angustia que procura en vegetoterapia el acting de la lateralización del movimiento ocular. Clínicamente encontramos vértigo y/o miedo a la altura. El segundo nivel (boca) es expresado con la dificultad de morder (en terapia se usa un guante de espuma o toalla) o de escupir. Desde el momento que el Yo nace de la función ocular y oral (Navarro y Ferri), la ambivalencia neurótica es completamente diversa porque, ligada a la identidad, la problemática nace en función del bloqueo del tercer nivel (cuello), que no permite al Yo llegar a ser «me» (identidad biológica y social).

El nivel es distinto, en la parte alta (cuello anatómico) y en la parte baja (tórax alto hasta la línea mamilar). Los actings del cuello confirma la ambivalencia borderline; los del tórax alto, la psiconeurótica. La ambivalencia borderline es obviamente antepuesta a todo tipo de ambivalencia.

En el psiconeurótico, ya que existe una afectividad, aunque inmadura, la ambivalencia se manifiesta como una alternancia entre estados de ánimo de amor y de odio, como tendencia a la duda y a la indecisión, como inseguridad de la propia identidad sexual, como necesidad de reaseguración con una verificación compulsiva de la afirmación del Yo.

Los actings para la superación de la ambivalencia psiconeurótica van desde el abrir y cerrar las manos (coger-soltar, tener-dar), hasta el golpear con los dos brazos y puños diciendo «yo», luego «no», y después aún «yo» (afirmar el Yo intrapsíquico, que es la identidad; oponerse con la fuerza a la violencia, afirmar el yo interpsíquico); así como tender los brazos y las manos en alto unidireccionalmente, en un gesto de amor, de aceptación y disponibilidad, cuando ha sido superada la pulsión reactiva del odio. Quiero recordar que mientras que el amor es una acción, el odio es una reacción. La misma ansiedad de origen diafragmático expresa ambivalencia; los dos tiempos, inspiración y espiración, lo demuestran; el ansioso está en una situación de inspiración crónica (ha relegado la importancia de la espiración).

Otro aspecto de la ambivalencia lo encontramos en la pelvis; el acting de la «cola» (mover la pelvis levantada a derecha e izquierda) expresa dificultad, al indicar conflicto entre el deseo y la reticencia a fundirse con el partner, en general por instancia edípica irresuelta.

La presencia de aspectos ambivalentes en cada nivel del cuerpo y, por tanto, del carácter, explica el asunto freudiano; según el cual, la ambivalencia es un hecho natural imposible de superar.

Es evidente que solamente un trabajo con una base metodológica centrada en el cuerpo, como lo es la vegetoterapia, puede desatar la ambivalencia para luego superarla.

No es de extrañar el hecho de que la ambivalencia pueda manifestarse expresando rasgos caracteriales opuestos, si, como he dicho en otro lugar, consideramos que deben diferenciarse los «bloqueos» en primitivos, principales y secundarios. En la actual situación histórica, como recordaba Reich, no es posible encontrar en ningún sujeto una caracterialidad pura, sino que cada aspecto caracterial es superficial y fenoménico, por lo que esconde otros rasgos caracteriales.

En otras palabras, es el bloqueo principal el que da la apariencia caracterial; pero ello es, a menudo, una compensación con el bloqueo o bloqueos secundarios.

El así llamado carácter fálico-narcisista no es el ejemplo más evidente, en cuanto que en tales sujetos encontramos como bloqueo primitivo el oral; que con el fin de evitar un desplazamiento hacia arriba (primer nivel -ojos- manifestación psicótica); busca en el cuello (tercer nivel) una tentativa de solución (compensación…), creando así el bloqueo principal. Tal bloqueo da la apariencia caracterial, pero el sujeto busca salir airoso bloqueando secundariamente la pelvis (séptimo nivel), resultando de él manifestaciones de tipo histérico.

En el carácter histérico, el bloqueo primitivo está en el diafragma, el principal es el oral insatisfecho, y el de la pelvis es prácticamente secundario; aunque no siempre es así.

La ambivalencia ligada a estos niveles explica los aspectos coexistentes de los tractos caracteriales.

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