EL ENCUADRE EN LA VEGETOTERAPIA CARACTEROANALITICA

EL ENCUADRE EN LA VEGETOTERAPIA CARACTEROANALITICA

Xavier Serrano Hortelano Director-Responsable Didáctico de la Es.Te.R.

A) INTRODUCCIÓN

Es en 1937 cuando W.Reich, neuropsiquiatra y psicoanalista didacta, presentó un nuevo modelo de psicosomatoterapia profunda que definió como “Vegetoterapia caracteroanalítica”, que tendría una fuerte influencia en el campo de la Psicoterapia y de la clínica psicosomática. La Vegetoterapia sigue vigente y enriquecida por las aportaciones de profesionales e instituciones del movimiento postreichiano como es el caso de nuestro colectivo, la Escuela Española de Terapia Reichiana (Es.Te.R.), nacida en el seno de la “Scuola Europea di Orgonoterapia” en 1985. Sus objetivos clínicos son, facilitar la maduración y autonomía del yo con su proyección social recuperando el “contacto ecológico” con nuestras potencialidades y límites, así como con nuestra capacidad orgástica y de autorregulación, que nos permita sentir y vivir la Vida. Dentro de este movimiento una contribución fundamental ha sido la metodología clínica desarrollada por F. Navarro (discípulo de Ola Raknes que fue uno de los más fieles colaboradores de W.Reich) en la década de los 70 y que permite aplicar la Vegetoterapia de una forma científica y, al mismo tiempo, con la versatilidad necesaria como para poder tener en cuenta las características particulares de cada persona, complementado por el Diagnóstico estructural (D.I.D.E.) que sistematizó X.Serrano. También hay que hacer mención de la incorporación del trabajo en grupo como una herramienta convergente que facilita la consecución de los objetivos psicosociales de esta psicoterapia profunda, y que también ha sistematizado X.Serrano dentro de la actividad clínica de la Es.Te.R. Sin olvidar los avances en el abordaje de las Biopatías o enfermedades funcionales degenerativas y sistémicas combinando la Vegetoterapia con otras técnicas energéticas como los oligoelementos, la homeopatía, la acupuntura, la dieta, la audiopsicofonología, el acumulador de orgón, etc. y que junto a las aportaciones de algunos orgonterapeutas del ACO (Baker, Dew, Konia…) hay que hacer, de nuevo, especial mención a la labor de F.Navarro, y la desarrollada por colegas de nuestro equipo clínico, como M. Redón o M. Montero-Ríos. Pero no debemos olvidar que para poder alcanzar los objetivos descritos, es necesario que la sistemática clínica de la Vegetoterapia -aplicada, como hemos ya mencionado, en función del diagnostico estructural y modulada por la relación terapéutica que se va estableciendo entre paciente y orgonterapeuta- tenga un claro, definido y coherente marco de actuación y desarrollo. Es lo que definimos, siguiendo la tradición analítica, como “encuadre” (setting), y donde situamos las particularidades del espacio psicoterapéutico, del contrato y de la forma de actuar y de estar del terapeuta. Y si bien esta forma de actuar depende, en gran medida, de la estructura de la persona, existen unas referencias básicas fundamentales y necesarias que caracterizan el encuadre clínico y, que, por su función, también forman parte del código deontológico del psicoterapeuta. Siendo, por tanto una garantía para el adecuado cumplimiento de los derechos del paciente, y que, como estamos viendo, se fundamentan en razones clínicas y no sólo ideológicas o éticas. Esto implica que, desde nuestra experiencia, no utilizar este encuadre al trabajar con la Vegetoterapia, limita la funcionalidad del proceso clínico, pudiendo, incluso, conducir a dinámicas yatrogenizantes que perturben la salud del paciente. Así, sobre la base de la experiencia clínica adquirida durante todos estos años de práctica clínica, revisando aciertos y errores clínicos, se han ido delimitando las variables que constituyen nuestro encuadre clínico de la Vegetoterapia caracteroanalítica, y que paso a describir a continuación.

B) EL ENCUADRE CLÍNICO

– Antes de empezar el proceso clínico con la Vegetoterapia existe un tiempo de evaluación, diagnóstico y pronóstico (D.I.D.E.) de unas dos sesiones donde se corrobora si la demanda del paciente se puede cubrir con dicha terapéutica y, si es así, se aconseja el número de sesiones y la periodicidad de las mismas en función de variables clínicas estructurales observadas.

– Ya dentro del espacio terapéutico, se acuerdan las condiciones coyunturales del proceso a través del llamado contrato terapéutico, a sabiendas de que será en las primeras sesiones donde se confirmará la decisión, y siendo por tanto sesiones abiertas a cambios de terapeuta o de modelo terapéutico. Dicho contrato se establecerá en base a criterios de “analizabilidad” y al diagnóstico diferencial. Teniendo presente que las sesiones individuales son de 45 -50 minutos, pudiendo unir dos sesiones (1,30 h.) si se ve conveniente. Y que, en general, el mínimo necesario es de 6 sesiones mensuales (pudiendo realizarse de forma sencilla o doble) repartidas a lo largo del mes, aconsejando 8 sesiones mensuales, al menos durante los primeros meses de tratamiento.

– Los honorarios acordados entre el paciente y el terapeuta forman parte del contrato terapéutico y por tanto es secreto profesional. El terapeuta planteará su propuesta económica tomando como referencia la del colectivo profesional al que pertenezca y aplicándola a cada caso en particular. Una vez ultimados los honorarios por sesión o la cuota mensual, se deberá respetar el acuerdo, pudiendo modificarse revisando el contrato y con una nueva resolución común. Una característica de la profesión del psicoterapeuta es que si el paciente no avisa con, al menos tres días de antelación, la sesión debe abonarla (excepto casos particulares), porque son tiempos reservados por el terapeuta para el paciente y fijados con antelación.

– Como psicoterapia profunda en la Vegetoterapia hay un pronóstico, pero no se puede predecir exactamente su duración. Existe una referencia estadística de una media de 350 sesiones individuales y un grupo de dos años en las personas con estructura adaptativa o de carácter neurótica. En el resto la media es de 450 sesiones.

– Las sesiones se desarrollan en el llamado “diván reichiano” que sigue la tradición psicoanalítica, pero con variaciones propias. Estas consisten en que el terapeuta está siempre presente y sentado a una pequeña distancia del paciente, quien generalmente, se colocará tumbado en decúbito supino pero con las piernas dobladas, los ojos abiertos y el cuerpo relajado y visible. Ya que los cambios musculares y vegetativos que se producen durante la sesión se manifiestan en el cuerpo del paciente y el terapeuta debe poder observarlos. Conscientes de que esta es una variable peculiar, poco corriente culturalmente hablando, habrá de tenerse en cuenta (posibilidad de utilizar bañador, bikini o ropa interior), para no violentar la intimidad al facilitar la alianza de trabajo, el contrato inicial y las dinámicas transferenciales.

– Durante la sesión, junto a las verbalizaciones, espacios de análisis caracterial y de elaboración, el paciente realizará movimientos neuromusculares conscientes indicados por el terapeuta con una duración de unos 12-20 minutos. Estos siempre serán descritos de una forma genérica, nunca concreta ni modélica, para facilitar que su reproducción sea dentro de la línea de la libre asociación, y por tanto, como respuesta espontánea que permita al terapeuta vincularla con algunos de sus aspectos caracteriales.

– Al ser un proceso, durante las verbalizaciones los temas se abordarán dentro de una dinámica analítica evitando consejos, aseveraciones o sugerencias inductivas.

– Cuando sea necesaria la introducción de herramientas convergentes para facilitar el desarrollo del proceso se hará fuera del tiempo propio de la sesión de vegetoterapia. Con relación al uso de las herramientas convergentes será conveniente que sea otro profesional especializado quien la realice y controle, dentro del propio marco clínico de dicha especialidad que incluye sus particulares tiempos y honorarios, si bien los emergentes que aparezcan durante el uso de las mismas deberán elaborarse dentro del marco clínico de la vegetoterapia.

– El espacio terapéutico grupal, dentro de la sistemática es también para nosotros una herramienta convergente y esto condiciona su empleo. En este sentido las sesiones de grupo comienzan- de forma similar a cualquier otra herramienta convergente- cuando el terapeuta individual, al considerarlo adecuado desde el punto de vista clínico, se lo proponga al paciente y este lo asuma como parte del contrato terapéutico. La duración del grupo de Vegetoterapia es de dos años con una sesión mensual de cuatro horas. El grupo estará coordinado por dos terapeutas de distinto género y sin que existan entre ellos lazos familiares ni afectivos significativos. En algunos grupos podrá incluirse la presencia de un terapeuta observador, con una función distinta a la de los coterapeutas.

– Asimismo la derivación de forma puntual a otro terapeuta del equipo se considera una herramienta convergente, y por tanto, su objetivo será el de facilitar el proceso individual. El terapeuta que recoge la derivación deberá actuar de forma coordinada respetando el objetivo clínico, y la demanda y encuadre del anterior terapeuta.

– Las técnicas convergentes empleadas que aun pertenezcan al campo de la investigación deberán estar avaladas por el supervisor y por el equipo clínico. En estos casos el terapeuta deberá proponer al paciente los motivos de su realización y este aceptar voluntariamente su uso, a sabiendas de que es una técnica en investigación, modificando el encuadre y las tarifas económicas. En función de la propuesta, algunas de las técnicas empleadas que estén en investigación podrán ser gratuitas o se pedirá una cuota simbólica.

– Si durante el proceso individual se ve necesario un trabajo focal de terapia de pareja o de familia, siempre se derivará a otro terapeuta especializado. Asimismo si la pareja o familiares del paciente demandan atención clínica el proceso terapéutico será asumido por otro terapeuta del equipo clínico.

– Para preservar la intimidad y la particularidad del espacio clínico se evitará el contacto personal entre paciente y terapeuta, incluso de sus familiares fuera de las sesiones, así como compartir espacios públicos asiduos ( gimnasios, academias, escuelas…) o aquellos que impliquen interacción personal ( cursos, talleres, experiencias de crecimiento personal o espiritual…)

– Durante el proceso, las pulsiones y emociones (tristeza, rabia, excitación sexual…) que el terapeuta pueda sentir a partir de reacciones o manifestaciones del paciente, se situarán dentro de la dinámica contratransferencial teniendo su función dentro del proceso, pero se evitará la manifestación de las mismas para no perturbar el proceso del paciente. Y si éstas fueran muy fuertes y periódicas el terapeuta consultará con su supervisor, terapeuta ad-vitam o equipo clínico para evaluar si existe una implicación personal excesiva, que pueda dificultar la funcionalidad del proceso. Y, en tal caso se plantearía, – si no se resuelve de otra forma- la derivación a otro terapeuta lo antes posible y de la forma que se considere más adecuada.

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