“VER” Y “MIRAR” EN EL PROCESO TERAPÉUTICO. ANÁLISIS DE UNA RESISTENCIA

VER” Y “MIRAR” EN EL PROCESO TERAPÉUTICO. ANÁLISIS DE UNA RESISTENCIA

LA VISIÓN INTERIORIZADA

Una de las normas indicativas que conoce el sujeto terapeutizado como medida de acción a lo largo de sus sesiones con la Vegetoterapia caracteroanalítica, es que debe mantener los ojos abiertos en contacto y comunicación directa con un punto en el techo (el sujeto siempre está tumbado en el diván en posición de decúbito supino). Es decir, debe elaborar su tiempo de ejecución de un acting específico —que el terapeuta le indica— “MIRANDO SU PUNTO”. Esto es importante remarcarlo, porque una cosa es VER y otra es MIRAR. Todos sabemos, y así lo demostró la psicología de la forma a principios de siglo que, junto a la subjetivización de lo visto, existe una forma activa y otra pasiva de ver. La forma activa de ver, sería el MIRAR. Y en el mirar siempre hay una ejecución directa para percibir el OBJETO implicado de un matiz emocional, es decir con una dinámica expansiva, de dentro a fuera. Y este elemento que, a simple vista, es banal y simple, juega un papel fundamental en el desarrollo terapéutico, y en ocasiones el ver en vez del mirar, o el tender a cerrar los ojos adopta una función de resistencia importante que hay que analizar para la buena marcha del proceso terapéutico.

Empecemos primero hablando de lo que yo llamo la “visión interiorizada”. Con este nombre defino la forma de relación visual que desarrollan en su comportamiento cotidiano muchas personas que llevan un discurso elegante, una verbalización amplia, con mucho vocabulario y dominio del mismo, pero que igual podían estar hablando contigo que grabando su conversación en un magnetofón. El interlocutor no les sirve como punto referencial para comunicarse y expresar de dentro a fuera la idea a manifestar verbalmente con una mirada viva y un rostro activo que plasma el contenido de lo manifiesto verbalmente, sino que el discurso hablado es ajeno a cualquier otra manifestación corporal y de expresión visual que participe en lo dicho. Para hablar, para verbalizar, debe estar dentro de él. Para expresar un discurso, una idea, una emoción, debe “buscarlo” dentro de sí mismo, teniendo como punto referencial su esquema mental e intelectual. Así pues, tenemos ya una correlación importante entre estar mirando, o viendo solamente, y la forma en que comparte esta acción con el discurso verbal. Repito, en el primer caso la palabra, la verbalización, para el sujeto, no es una FUNCIÓN CORPORAL; sino MENTAL exclusivamente. Es decir, no es un proceso mental que viene producido por la estimulación expresiva y emocional, sino que es una respuesta a un proceso exclusivamente cerebral, con lo cual está manifestando implícitamente una fuerte separación entre el proceso emotivo y el discurso intelectual. Ésto lleva implícito, que el sujeto vive el exterior, y al otro, como un peligro o una censura, y debe comunicarse exclusivamente con el mediatizador y filtro intelectual: “digo sólo lo justo, pero no lo estoy haciendo”. La primera parte es actual (siento rabia por tí, o bien, siento deseos sexuales hacia tí), y la segunda parte es el reflejo de la falta de contacto histórico a niveles infantiles (no expreso nada de lo que siento, porque así no se nota y no puedes castigarme). Es decir, se da la particularidad de que son personas que conocen lo que pasa, y perciben algunos de sus deseos y necesidades, pero a lo largo de su historia infantil han visto impedido la posibilidad de expresión para mantenerse con el “objeto presional” (madre-padre). Así pues se denota la existencia de una imposibilidad de MIRAR AL OBJETO DIRECTAMENTE, porque lo que le comunica es censura, represión y castigo. Si no miro, puedo tener mi discurso interno, puedo vivirme las cosas, pero sintiendo en el fondo la inaccesibilidad al objeto.

Esta situación infantil se ha visto generalizada posteriormente al universo externo, y al otro. Así, no hay una posibilidad real de participar con la expresión verbal, su cuerpo y la carga afectiva que va siempre unida a una idea. Es lo que Reich analizaba como el Bloqueo afectivo. No es hacia uno mismo, pues incluso puede tener un universo individual activo, sino hacia el otro. Cuya única comunicación repito, es verbal, sin participación corporal ni visual. Y esto responde a la lógica energética demostrada de que en toda situación comunicativa, para que sea realmente comunicación (mensaje hacia el otro y con el otro) debe haber una salida de energía, una movilización energética de dentro a fuera que es la “carga afectiva”, que acompaña la idea a expresar, y que será mayor o menor según la importancia de la misma. Esta actitud caracterial suele ir acompañada de momentos de fuerte ansiedad, taquicardia y sudoración cuando deben comunicar algo importante ante mucha gente o que puede no ser bien visto por TODOS (por el OTRO). Aquí el sujeto debe concentrarse más que nunca en buscar lo que realmente debe de decir, porque más que nunca vive el miedo a la crítica o a la censura del otro, y esa fuerte carga afectiva se somatiza, al no venir acompañada de la aparición espontánea del discurso verbal. O incluso, en ocasiones el mismo sujeto —sin darse cuenta normalmente— desarrolla el efecto antitético, es decir, el acompañar una idea con una verbalización coherente, pero con una exorbitada expresión de rabia, por ejemplo, que no responde ni al momento, ni a la idea expresada. Todo esto está reflejando el miedo al otro, con la génesis histórica de pérdida del contacto ligado a la represión de la expresión emocional por parte del objeto deseado.


OJOS ABIERTOS, MIRANDO, DURANTE EL PROCESO TERAPÉUTICO

Después de esta descripción puntual, sin adentrarnos en identificar este rasgo con posibles estructuras de carácter definidas, que no es mi objetivo en este escrito, veamos cómo se manifiesta este rasgo caracterial en el contacto con el terapeuta. Será a dos niveles: a) no querer darse cuenta de que el terapeuta está ahí, con él en la habitación, sesión tras sesión y produciéndole la mera presencia mediatizada por la dinámica del proceso analítico unas variables emotivas muy concretas, y b) va a tender en la realización de los “actings” (movimientos emocionales que el terapeuta indica realizar durante un tiempo en la sesión, sin comentar impresiones con el terapeuta, pero en contacto con un punto en el techo), a no MIRAR el punto, a no estar en contacto con el mundo, con el exterior, y a desarrollar un fuerte discurso interiorizado, que puede ir o no acompañado de imágenes fuertes, de recuerdos o incluso de sentimientos, pero sin ligarlos con el objeto. Está viendo el punto, el techo, pero no está mirando el techo, el punto. Esto se produce cuando ya, con anterioridad hemos analizado su tendencia a cerrar los ojos, y su idea (bastante generalizada por cierto) de que con los ojos cerrados “siente más”. Vamos a centrarnos en el apartado b), y dejaremos el a) para otra ocasión, pues es más complejo.

La idea de “sentir más con los ojos cerrados”, y el hecho de no mirar el punto, o al otro, aunque esté con los ojos abiertos (sin confundirlo con la mirada muerta o vacía del psicótico) responde a la misma resistencia: NO QUERER IMPLICAR SU SENTIMIENTO CON EL OBJETO; QUE ES A SU VEZ A CAUSA DIRECTA DE DICHO SENTIMIENTO, dentro de la génesis histórica, y que sería la forma válida para que se produjera una ABREACCIÓN NEUROMUSCULAR, en cuanto EMOCIÓN LIGADA A UNA REALIDAD ESPECIFICA, VIVIDA EN UNA REALIDAD ACTUAL DISTINTA al contexto terapéutico. Al no hacerlo así, el sujeto cerrando los ojos o no mirando el objeto, el punto, o al terapeuta (en ocasiones) puede vivir una situación CATÁRTICA, con las diferencias consiguientes que comentaba en otro artículo (“Abreacción Ncuromuscular versus catarsis histerifbrme”. Vol- 2, numero 1 de la revista ECS), la cual al no conectarse con la realidad, será una pura descarga afectiva sin utilidad para el desarrollo del proceso terapéutico en cuanto que no favorece la distensión de la musculatura profunda, entre otras cosas. así como esto puede hacerle desviar de la línea del proceso, al actuar como resistencia, si no lo sabemos captar y analizar. Esto es algo que ocurre mucho —normalmente— en las “terapias corporales”, donde hay aparentemente mucha expresión (espectáculo, diría yo), pero desligado de la realidad. Y esto es fácil de entender, cuando debemos reconocer que para haber EMOCIÓN tiene que HABER ALGO O ALGUIEN QUE LA ESTIMULE. Una situación de miedo tiene que provocarlo y estimularla alguien o algo. Un deseo sexual lo mismo, la cólera, la tristeza… Ahora bien, si nosotros sentimos algo de eso, pero no lo conectamos con la realidad, NO MIRAMOS LA CAUSA Y EL OBJETO QUE NOS HA PRODUCIDO ESA EMOCIÓN (el punto en el techo o el terapeuta, en ocasiones, en el lenguaje de la vegetoterapia) nos quedaremos con la NOSTALGIA DEL SENTIMIENTO. Esto es: “qué bien me siento porque consigo llorar, y expresar mi tristeza y mi soledad”; pero SOLO, debajo de mis mantas, a escondidas. O bien con la luz apagada, o los ojos cerrados como ocurre en muchas dinámicas terapéuticas. (Y todos sabemos que para el niño si cierro los ojos y no veo, los demás tampoco me ven: estoy solo.) Así vuelve a ser, emotivamente hablando, el niño que fue, pero falta lo más importante: recuperar la capacidad perdida de enfrentamiento con el objeto causante de esa situación de miedo, de cólera o de deseo. Y para eso hay que ABRIR LOS OJOS Y MIRARLO y gestir nuestra emoción en ese momento, siendo capaces de conectarlo con nuestra realidad histórica, a partir de desarrollar esta acción. Aunque se sienta, aparentemente, menos, pues no se trata de SENTIR POR SENTIR (aspecto masoquista: cuando más sufra, antes cambiaré) sino de SENTIR LA PROPIA REALIDAD, de conectar con mi mundo emocional en contacto con la realidad.

Por todo esto nosotros, en la Vegetoterapia, indicamos al sujeto estar con los ojos abiertos mirando al punto en la realización de los actings, o al terapeuta, en ocasiones, para favorecer esta dinámica de contacto con la realidad. Así pues, la aparición de la resistencia de la “visión interiorizada” que se refleja en el ver, pero sin mirar, debe ser analizada y elaborada, para la buena marcha del proceso terapéutico.

Esta resistencia, en ocasiones, suele ir bastante desvinculada de la estructura caracterial general, dándose sólo en momentos puntuales del análisis, pero lo normal es que venga corroborada por un comportamiento externo similar —con las normales variantes individuales— al descrito en este artículo.

Tengo que añadir que el único período del análisis en que el sujeto mantiene los ojos cerrados es, al elaborar el posible bloqueo auditivo (oídos), durante el desbloqueo del primer nivel (ocular) de la coraza muscular descrito por Reich, y que suele ser siempre el comienzo del análisis, pues tiene una correlación directa con las experiencias de vida intrauterina o fetal. Es decir, cuando lo sentido es transmitido por la madre, o a través del mundo externo estando mediatizados por el líquido amniótico, lo conectamos AL OÍRLO; pues como se sabe, el feto oye los sonidos filtrados de la madre y del mundo externo y, estando estructurada energéticamente esas funciones, toda situación emotiva repercutirá directamente en el sistema auditivo. (En base a esta idea el doctor Tomatis desarrolló todo su método terapéutico denominado FONOTERAPIA u OREJA ELECTRÓNICA, del cual hablaremos en algún próximo número de nuestra revista) Pero este es el único momento, y responde a una lógica histórica.

Esta misma dinámica defensiva se observa mucho más impactantemente en la Vegetoterapia de grupo, cuando al mirarse los miembros del grupo el sujeto desconecta la actuación de lo sentido. (Ver “La vegetoterapia de grupo”. Piero Borrelli. Revista ECS, Volumen 1, número 1)

UNA CITA CLÍNICA

Podría citar muchos ejemplos en que, al analizar esta resistencia de “la visión interiorizada”, se ha dado paso a vivir la emoción ligado a una realidad. Pero Voy a limitarme a citar uno: Una joven de 28 años que, trabajando terapéuticamente los dos primeros niveles (ojos y boca), al comienzo del análisis, tiene algunas sesiones con dolores en todo el cuerpo, ansiedad que se va concretizando en rabia, pero que sin “poder soportarlo” tiende constantemente a cerrar los ojos, a desviarse de la focalización con el punto. Sin decirle nada paso a elaborar la misma dinámica, pero con ayuda directa de la “linternita”, le indico un punto de luz, en vez de un punto en el techo. Se aumentan los dolores corporales, sobre todo en el diafragma, y cierra los ojos. Le animo a abrirlos, pero me dice estar “sintiendo mucho ahora” (lo que sentía era una fuerte congoja); le exhorto a abrirlos indicándole que no se trata de “sentir mucho sino de ver la realidad”, y al abrir los ojos y conseguir implicarse en la luz, mirándola, un fuerte llanto le desborda, y comienza a decir la palabra “mamá, mamá”. Ese llanto —al seguir en contacto— pasa a sentirse como una fuerte rabia que le animo a exteriorizar sacando la voz, y que después, en la verbalización la ligaría a una situación de sentirse abandonada, llamando y sin tener respuesta. Esta situación de abandono arcaico que no iba acompañado de recuerdos porque, lógicamente en ese período de tiempo no hay capacidad de conceptualización, se podía haber quedado en sentirse como una simple congoja de soledad, pero al mantener el contacto con SU REALIDAD, aparece toda la carga emocional (que lógicamente irá apareciendo en sucesivas sesiones) que va ligado a esa situación de abandono con lo que consiguientemente desaparece el dolor y la ansiedad, porque hay una abreacción neuromuscular liberadora que se consigue canalizar. Posteriormente, esta situación de abandono, que, aún a sabiendas —por la historia clínica— de que pasó 6 meses sin la madre cuando contaba con 1 año de edad, ella nunca hubiera pensado que esto le podía haber influido, la vimos conectada con su situación marital, que últimamente iba deteriorándose sin saber por qué, y vemos que comienza a partir de unas relaciones sexuales que tiene el marido con otra mujer, pero que como “ella eso lo tiene superado” no le había afectado. Vimos que sí que le había afectado y mucho, pero su “miráda interiorizada”, es decir, el ocultar su realidad emotiva por la IDEOLOGÍA, le llevó a no sentir ese conflicto, a reprimirlo, y a influir inconscientemente en la dinámica marital con el aumento de rabia hacia el marido no consciente, al vivirlo como una situación de abandono con una génesis histórica ligado al abandono de la madre.

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